
Los desarrolladores Atmos Games y Serenity Forge crearon un juego entrañable, aunque de poca duración
Todo buen videojuego te deja alguna enseñanza después de haber puesto a prueba tus habilidades. Definitivamente, Neversong es un título que cumple con esta premisa. Si a esto le sumamos que visual y sonoramente es muy bello, sin dificultades podría enfilarse para ser considerado uno de los mejores juegos indie del año.
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Recordemos que en un principio Neversong se iba a llamar Once Upon a Coma, sin embargo, los desarrolladores Atmos Games y Serenity Forge, encabezado por el creador Thomas Brush decidieron hacer un cambio. Lo que sería una secuela de ‘Coma’, terminó siendo una historia nueva, diferente, fresca y con toques de diversión y nostalgia.

La premisa es sencilla: Al despertar del coma, Peet no encuentra a su novia Wren por ninguna parte. Por lo que habrá que investigar qué ha ocurrido en Neverwood. A la par, todos los habitantes son niños y los adultos se comportan de manera violenta y errática. Sin más, el jugador empieza la aventura de este niño huérfano de 12 años.
Una aventura oscura
Desde el inicio, el jugador disfrutará de un ambiente con colores cálidos, pero que conforme se avanza se vuelven un tanto lúgubres. Incluso, se pueden apreciar ciertos destellos del mundo de Tim Burton.

Mientras Peet recorre las calles de Neverwood, encontrará a niños que le darán una escueta explicación de lo ocurrido con Wren, quien fue secuestrada por Dr. Smile. De igual forma, habrá algunos que lo ofenderán y se burlarán de él, pero dependerá totalmente del jugador averiguar y seguir con las conversaciones del resto de los personajes. Pero no todo es maldad, pues Peet tiene a unos cuantos amigos que le darán datos y pistas de lo que se debe hacer.
El equipo de Behind Gaming tuvo la oportunidad de probar Neversong en Nintendo Switch. Para la consola híbrida los controles son muy sencillos e intuitivos, además de que sólo necesitamos un par de botones para realizar todas las acciones.

Mientras Peet avanza se encontrará con Bird, una especie de hada, que lo ayudará a explorar, cargar y descifrar lo que ocurre en la historia. Pero también deberá recolectar objetos que le sirvan para hacer frente a los ‘malos’.
Mezcla de música y calabozos
Muy al estilo de The Legend of Zelda, en cada calabozo Peet encontrará una arma o herramienta que servirán para derrotar al jefe. Una vez finalizado el nivel, se obtendrá una melodía que se interpretará en el piano de la casa de Wren. Lo anterior hará que se abran cámaras secretas en las que están las pertenencias de la novia de Peet y con las que se podrá acceder a un nuevo escenario.

Como en todo videojuego, el sonido es fundamental. En este caso la música es sútil y ayuda a concentrarse mejor en lo que el jugador está haciendo. Además, mientras más se acerca Peet al final, no sólo las imágenes se vuelven más oscuras y tétricas, también la banda sonora lo hace.
En cuanto a los enemigos, la situación es muy curiosa, ya que su aspecto es colosal con tintes terroríficos, pero no son tan complicados como pareciera, ya que Peet sólo necesita de un bate para acabarlos.
Pequeños detalles
Lo único malo de Neversong es su duración, pues sólo nos brinda entre 3 y 4 horas de juego, pero tiene buenos giros de tuerca. Además, una vez concluida la historia hay una sorpresa más.

Otro detalle es su tiempo de carga, ya que deja en espera al jugador por unos 15 segundos, lo que hace que se ‘apaguen’ los ánimos.
La parte de la culpa la encontrará el jugador entre los personajes, así como en el mismo Peet. Cada uno de los niños que se encuentran en la historia han cometido errores y lo saben, pero no hacen nada para cambiar sin importar que su futuro esté en riesgo.

Sin más rodeos, Neversong es un juego entretenido, sencillo y estéticamente bien logrado, algo que se nota en cada detalle del juego. Aunque llega a tener sus momentos de diversión, el desenlace no es precisamente el que el jugador espera. Sin embargo, el mundo de Neverwood y sus habitantes, principalmente por Peet y Wren, se vuelven entrañables.
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